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sábado, 4 de diciembre de 2010

Los controladores dan la puntilla al Gobierno

Los controladores dan la puntilla al Gobierno

José Antonio Zarzalejos

Lo que ocurrió ayer en los aeropuertos españoles, y singularmente en el de Madrid-Barajas, con el abandono masivo por los controladores de sus puestos de trabajo y el consiguiente cierre del espacio aéreo nacional, remite a la última y exasperante incompetencia del Gobierno de Zapatero. El Ejecutivo, a propuesta del ministro de Fomento, sin consulta ni negociación previas con los sindicatos y representantes de los controladores, en una fecha tan crítica como el comienzo del puente vacacional más largo del año, aprobó un Real Decreto sobre el sistema horario de los trabajadores de AENA. La disposición –que se fue conociendo a lo largo de las primeras horas de la tarde— desembocó en una huelga salvaje, irresponsable y presuntamente delictiva de los controladores, que ha afectado al menos a doscientos cincuenta mil pasajeros, quebrado el sistema de enlaces aéreos con varios países de Europa y el continente americano y causado un quebranto de decenas y decenas de millones de euros a compañías aéreas, así como al sector de la hostelería.

Desde las 17 horas de la tarde de ayer nuestro país descendía de categoría por la ineptitud del GobiernoBlanco tendría que presentar su dimisión de modo inmediato por su oportunismo e imprevisióny por la intolerable irresponsabilidad de un colectivo profesional que se ha ganado a pulso su reformulación absoluta y total. Entre el Gobierno y los controladores, miles de ciudadanos fueron virtualmente secuestrados, expoliados en sus derechos y tratados como mercancía infligiéndoles, no sólo un daño material, sino también moral. La situación creada en la tarde de ayer –con la estela que irá dejando en los próximos días— no tiene precedente. La comparecencia del ministro de Fomento pasadas las 20.30 horas no sólo resultó tardía, sino también insustancial y tópica, sin ofrecer garantía alguna sobre la apertura inmediata del espacio aéreo español, limitándose el responsable político del transporte en España a convocar a los representantes de los controladores a toro pasado.

Blanco transmitió en su comparecencia una insufrible impotencia y una evidente sensación de perplejidad y estupor. Los controladores le han dado jaque mate a un ministro que no ha sabido en ningún momento con qué tipo de colectivo jugaba su particular partida política. Los sindicatos no salen mejor parados de este envite del que ni se enteraron, noqueados después de una fracasada huelga general que por no tener no tuvo ni interlocutor empresarial: el presidente dimisionario de la CEOE (¡qué país!) tiene embargado su patrimonio por la mala gestión de sus empresas, mientras sus colegas se han tomado los tiempos reglamentarios para elegir a su sucesor.

Un plan forzado por Europa, ministros que se enteran por la prensa

La semana terminaba con este estrambote de incompetencia gubernamental y de obscena irresponsabilidad del colectivo de controladores, después de otros episodios bochornosos. El miércoles, improvisadamente y como ocurrió el pasado mes de mayo, el presidente del Gobierno, ante el ataque de pánico con la deuda soberana española, tambaleante, y la Bolsa en caída libre, regresó precipitadamente de Libia articulando sobre la marcha –por imperativo del Directorio Europeo— nuevas medidas de ajuste: privatización parcial de AENA, gestión concesional privada para Barajas y El Prat, venta del 30% de Loterías y verduguillo a las Cámaras de Comercio suprimiendo las cuotas empresariales obligatorias.

Blanco transmitió en su comparecencia una insufrible impotencia y una evidente sensación de perplejidad y estupor. Los controladores le han dado jaque mate

Y más aún: supresión precipitada de la ayuda de 426 euros a los parados sin subsidios y adelantamiento a uña de caballo –sin dictamen todavía de la Comisión del Pacto de Toledo— de la reforma del sistema de pensiones. Con estas dos últimas medidas, Zapatero desactivaba a su nuevo ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, que apostaba por mantener la ayuda a los desempleados que hubieran agotado su subsidio y difería la reforma de las pensiones a la próxima primavera.

La rebaja fiscal a las pequeñas y medianas empresas –cuando los Presupuestos Generales del Estado están prácticamente cerrados en el Parlamento— dejaba también en mal lugar a la vicepresidenta segunda y ministra de Economía, que había venido manifestando que en ningún caso habría rebajas impositivas. Por no hablar del ministro de Industria, incapaz de solventar ni uno sólo de los problemas que –también en área de Comercio y de Turismo— tiene planteados en el ámbito de sus competencias.

El fiasco de Zurich

Tras el fiasco de Zurich (el tándem ibérico España-Portugal no obtuvo la sede del mundial de futbol de 2018, tras una presentación presidencial absolutamente vulgar), Zapatero, sin comparecer en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, se encama en la Moncloa y deja al Rey que lidie solo y con la menguada ayuda de una afónica ministra de Exteriores –Trinidad Jiménez— la cita anual en la que España viene asumiendo su único liderazgo internacional: la cumbre Iberoamericana que se celebra en Argentina. En vez adelantar las medidas a tomar en un Consejo de Ministros extraordinario, ahorrándose el estéril viaje a Suiza, el Presidente del Gobierno marca otro precedente: es la primera vez en las veintiuna ediciones de la cumbre iberoamericana que no asiste el jefe del Ejecutivo español.

Para que nada falte, las filtraciones de Wikileaks, publicadas en España por El País, sacan a la luz la doble moral política y el frágil esquema de convicciones de este Gobierno sedicentemente progresista: fiscales que chalanean con la embajada americana acerca de casos extremadamente delicados –Couso, vuelos ilegales de la CIA, acogimiento a presos de Guantánamo— y doble discurso con los representantes de EEUU: distanciamiento en público y complicidad en privado. O sea, progresismo de salón, de consumo mitinero.

La conclusión no puede ser más desoladora: un “nuevo” gobierno que iba a coordinarse mejor y comunicar de manera excelente, terminó en la lona un sábado posterior a un domingo –el pasado día 28 de noviembre— en el que los electores catalanes castigaron al PSE-PSOE con una severidad sin antecedentes desde la primera confrontación autonómica en Cataluña. La debacle del Partido de los Socialistas de Cataluña –desalojado a boinazos de la Generalidad- amenaza, además, con una ruptura interna que puede repercutir en el conjunto del socialismo y, desde luego, en la composición de los grupos parlamentarios en el Congreso si prospera la iniciativa de los catalanistas del PSC para la próxima legislatura.

Metáfora de la ineptitud del Gobierno

En una sociedad hay acontecimientos que no responden ni a la fuerza mayor ni al caso fortuito. Como el caos de ayer, corolario necesario, consecuencia irremediable del desgobierno que consiste en la incompetencia en la gestión de los asuntos públicos, en combinación con la pérdida de cualquier autoridad moral frente a la sociedad civil y a sus colectivos articulados. No es cuestión, pues, ya de pactos de Estado, ni de más o menos reformas, ni de cambiar a este ministro y poner otro. La cuestión es que el actual Gabinete carece de rumbo, incurre en ridículas precipitaciones, yerra en las políticas internas y externas, no suscita la adhesión ni de sus electorados más resistentes y demuestra día a día, crisis a crisis, que, literalmente, no es capaz de conducir este país. España le rebasa al Gobierno.

Ayer, con una plasticidad lastimosa, cuando cientos de miles de ciudadanos se tomaban un respiro, el caos en los aeropuertos españoles resultó la metáfora terminal de una gestión gubernamental insoportable. Tan insoportable como la prepotencia incívica de los controladores. Barra libre en el país –la España de 2010— que es ya el de los despropósitos.

 
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