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sábado, 19 de mayo de 2012

Formación inicial: Interculturalidad


Formación inicial: Interculturalidad



Los que estudiamos Educación social o Pedagogía, a menudo nos aprendemos de carrerilla, cual tabla de multiplicar, los "discursos formales" que transmiten nuestros docentes. Cuando, entre alumnos, debatimos sobre algún tema, muchas veces, surgen una y otra vez las mismas frases, las mismas ideas, casi como si escucharas un disco rallado. Se trata de discursos en los que los Derechos Humanos, la dignidad, la tolerancia, la interculturalidad y el respeto son los asiduos del bar, aquellos que, sea la hora que sea están allí. Sin embargo, cuando nuestras conversaciones son fruto de temas más cotidianos y menos abstractos, a veces, todos estos valores, pasan a un segundo plano y se percibe un discurso de fondo bien distinto. Un discurso, a veces, racista, etnocentrista, e incluso xenófobo. Es por la brecha entre los discursos formales y nuestros discursos o actitudes personales, los cuales incidirán en nuestras prácticas socio-educativas, que dedico este post a la Interculturalidad y sus retos en la Formación inicial.

Quizás, el mayor reto lo encontramos en la necesidad de mejorar nuestras prácticas desde un enfoque intercultural y transversal, fruto de una formación integral.

Acudiendo a algunas fuentes que he considerado interesantes y válidas, parece ser que una de las razones que podrían explicar la falta de éxito, de la mayoría de los programas formativos, radica en que éstos suelen poner el énfasis en la dimensión cognitiva-técnica, dejando de lado la dimensión afectiva-actitudinal-moral, siendo esta última dimensión el motor para un ejercicio de la práctica sólido que trabaje desde la cotidianidad mediante lo aprendido cognitiva y técnicamente (Jordán, 2007).
De esto último, se desprende la idea, como dice Aguado, de que la formación en Educación Intercultural se ha de interpretar como un proceso que ha de tener en cuenta esta dimensión olvidada, ya que el mero entrenamiento en técnicas y metodologías diversas es importante, pero no puede cobrar sentido si no se asocia a una revisión de las creencias que los educadores tienen acerca de las personas con las que trabajan. Éstas delimitaran la manera en que el educador se relaciona con ellas. 

Se requieren cambios en la personalidad profesional: reconocer la diversidad como normalidad; adoptar posturas reflexivas y crítico-constructivas respecto al quehacer diario y cotidiano; asumir la responsabilidad ético-profesional; y disponerse al trabajo cooperativo con otros profesionales (Jordán, 2004). Es por ello que una de las piezas clave para la mejora en la formación intercultural de los futuros educadores es que se atienda a aptitudes y actitudes; no sólo “saber” y “saber hacer” sino además “ser” (Aguado, 2007).

Toda formación, independientemente del ámbito al que pertenezca, ha de potenciar los aprendizajes en diferentes áreas o dimensiones. Considero que, los futuros educadores debemos poder adentrarnos en el auto-conocimiento, mediante la reflexión y la crítica, para poder llegar a un conocimiento empático del “otro”, y para ello necesitamos de herramientas y espacios en los que poder desarrollar esta ardua tarea.

En base a la bibliografía revisada, aquí se proponen las siguientes líneas de actuación para la mejora de la formación inicial de los educadores al respecto de la diversidad. Esto, además, representaría una medida de intervención preventiva contra la marginación y exclusión social, a veces promovidas desde el propio entorno educativo y socio-educativo:

  •      Parece de vital importancia introducir el enfoque intercultural en el currículum general de formación de futuros docentes y educadores, no sólo como una asignatura más sino de manera transversal entre los diferentes pero interconectados cuerpos de conocimiento. 
  •     En cualquier caso parece necesario evitar una formación superficial únicamente teórica que carezca de apoyos en la experiencia y genere discursos románticos alejados de la realidad.
  •     Por ello, se hace necesario concebir la formación en todas sus dimensiones prestando especial atención al componente afectivo, el cual determinará en muchos casos que la metodología o técnicas aprendidas en la formación puedan ser llevadas a cabo desde un estado consciente y predispuesto para su verdadera adecuación al contexto.
  •      Por último, aunque queda implícito en el primer punto de esta lista, sería importante trabajar la vieja concepción de base que considera la diversidad como un problema individual de aquel que no pertenece a la cultura dominante o “no entra dentro de lo normal”, como un estado deficitario que aboca al fracaso de manera natural e inalterable, para poder acabar concibiéndola como una realidad de todos y todas, asumirla como “lo normal” para que, desde una actitud crítico-reflexiva, podamos abordarla desde la corresponsabilidad y la cooperación, elementos dignos de una sociedad democrática.

       Espero vuestro feedback! ¿Qué opináis? ¿Conocéis artículos interesantes sobre este tema?

 Como ya sabéis, los que estudiamos en la universidad, nos encontramos en pleno período de exámenes. Se trata de un proceso bastante estresante y digno de un análisis profundo al respecto de si, como método de evaluación de competencias, cumple con ese objetivo o con otros bien distintos. Pero este no es el tema que nos atañe en esta entrada, se trata de una excusa y unas disculpas dirigidas a todos vosotros porque anuncié que estaba previsto un post más elaborado que el que hoy acontece y, debido a la falta de tiempo, he redactado este más sencillo pero que, considero, trata un tema muy interesante. 
 
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